El pequeño breviario del ego.

bréviairePor El Barquero (Le Passeur).

Entre las muchas preguntas que nos hacen las que aparecen más a menudo son: ¿Cómo saber si estamos despertando?, ¿Cómo conseguirlo?, ¿Cómo saber dónde estamos?, ¿Como sobrepasar este o aquel obstáculo? ¿Qué hacer con el ego? Solamente una respuesta me parece pertinente: todo esto no es importante. ¿Por qué es esta respuesta decepcionante para algunos? Creo que darle importancia a estas cuestiones, en parte comprensibles, en verdad no sirve sino a alimentar el diálogo interno en un movimiento incesante que cada vez nos aleja un poco más de lo Esencial; de aquello hacia donde nos pide ir nuestra alma.

Evidentemente, para algunos el camino de lo “Esencial” puede parecer un sendero sinuoso de altos vuelos transcurriendo por cimas inalcanzables. No es nada de eso. Pero esta impresión, parece ser más la expresión de un ego con la mente sobreexcitada que se siente en peligro por una aspiración de su ser que no controla; naturalmente no busca perderlo, es usted mismo quien crea interrogantes y busca solamente responder de la mejor manera que conoce – el remolino mental – , y no de manera adecuada, a las novedades que emergen, de este modo usted se asusta y expresa nuevos interrogantes, e incluso expresa comportamientos de naturaleza cada vez más ansiosa. Si las aspiraciones le transmiten miedo y si se siente invadido por la ansiedad, es porque todavía está muy identificado con el ego.

Hoy en día, para todos aquellos que se sientan inquietos, lo necesario, lo prioritario, para extraerse de esta ansiedad y caminar por fin en la senda de lo Esencial, es más que nunca insistir en identificar el ego detrás de cada actitud y comportamiento en lo cotidiano, detrás de cada hábito, de cada reflejo, de cada mecanismo repetitivo, de cada situación que nos traiga una contrariedad o simplemente que sea de naturaleza involutiva. La clave del camino de lo Esencial está ahí: no la hay. Una clave tangible que sería dada a unos sí y a otros no. La clave no es más que la luz que hay que dejar pasar ; está en cada uno de nosotros sin excepción alguna, y los elegidos no serán elegidos más que por ellos mismos si deciden iniciar la indispensable sanación de los males nacidos de la mitomanía del ego.

Aunque este tema haya sido abordado bajo diferentes puntos de vista en diferentes artículos de este sitio, les recuerdo que no hay ningún enemigo interior, sólo hay que dirigir un poco de luz hacia ese ovillo enmarañado para mejor percibir lo que no captábamos hasta entonces. La situación de olvido de nuestra Esencia, en la que nos encontrábamos, hizo que el predominio del ego nos pareciera la respuesta más apropiada a las situaciones que se creaban en un mundo de dualidad, donde nadie, o casi nadie en relación directa con los niveles de consecuencia, era consciente de sus pensamientos, palabras y obras. Además, condensamos toda nuestra identidad en el ego, sin ser conscientes de nuestra naturaleza multidimensional, hasta modelar los seres reflexivos que hemos llegado a ser atrapados en un proceso incesante de acción / reacción, y evidentemente, al igual que nosotros, la humanidad entera: con sus incomprensiones, su necesidad de estandartes y de clanes, su intolerancia, sus conflictos, y a veces, en el apogeo del egocentrismo, con su barbarie.

Ahora que el reloj cósmico de la Tierra nos invita a salir de las tinieblas de la no conciencia, y si nuestra alma ha escogido no volver más a experimentar lo ya conocido durante miles y miles de años, somos nosotros quienes debemos apropiarnos interiormente de la clave del asunto, que les recuerdo, no es más que la elección de dejar pasar la luz. Y como más vale abrir caminos para poder entrar, he aquí un pequeño breviario del ego que espero les servirá a definirse mejor. No se trata de rechazar lo que forma parte de uno mismo, pero de repartir de otra manera el protagonismo. El ego tiene que estar en su justo lugar para que active también su transformación con el fin de no crear más barreras emocionales en la corriente de nuestra evolución, y así progresivamente el Espíritu va volviendo a tomar personalmente los mandos de su nave terrestre .

Teniendo en cuenta que el origen de sus intrigas está en el miedo a sufrir, he aquí pues, un pequeño breviario no exhaustivo des manifestaciones ordinarias del ego:

El egocentrismo o la ausencia al otro.

La razón de ser y el objetivo principal del ego, por definición, es centrar todo en él: nuestra personalidad, nuestro YO. Con todo un panel de matices complejos, nada puede ser evaluado fuera de las posibles repercusiones del “YO”. Es la perfecta ausencia de escucha, ausencia al otro.

La agresividad.

La agresividad , en la ley de acción / reacción que prevalece en un sistema dual, es la respuesta más corriente y común que se obtiene frente al miedo. La agresividad de un ser , o de un colectivo particularmente dominado por el miedo, se manifiesta de una manera preventiva e interviene hipotéticamente por si acaso, y no porque algo haya ocurrido realmente. Vemos de este modo, naciones agrupadas bajo la enseña del miedo dirigir lo que llaman guerras preventivas. La violencia ciega está a la altura de su flaqueza, y por lo tanto, del sentimiento de miedo. Se crea de este modo una real dependencia a la violencia hecha al otro que responde a la necesidad mínima de seguridad del ego asustado. Esto puede convertirse en una manera de ser que se trivializa hasta el punto de estimarla natural, tanto más que esta trivialización será cuidadosamente mantenida por todos los medios disponibles por la propaganda del sistema.

mains de marionnettisteLa necesidad de control.

Es una de las especialidades del ego en su versión Yang. En nuestras sociedades patriarcales lo masculino se expresa ante todo por la necesidad de tener siempre algo que decir y de controlar todo. Nada se le escapa, todo ha de permanecer a su alcance. Lo que no lo está, es percibido como un peligro y suscita entonces una reacción generalmente perceptible a tres niveles de intensidad creciente : la negación tras la tentativa de ridiculizar el objeto del temor, más el reconocimiento del peligro bajo la agresividad expresada, más la sumisión para sobrevivir tras la trivilialización que no es más que aceptación y en consecuencia, una integración a su sistema de pensamiento, o inversamente la guerra hasta la destrucción de uno de ellos.

La versión Yin de la necesidad de control encuentra la vía más natural en la maternidad. La madre, pensando en hacer bien, es presa del sentimiento poderoso de tener que controlar su progenitura, y a menudo, más allá de la edad de crianza. Saber soltar ese reflejo castrador, es darse cuenta de sus propios miedos. Querer lo mejor para sus hijos, no es querer lo mejor que se hubiera querido para sí. Y si lo protejo en demasía , no hago más que transmitirle mis propios miedos, el recuerdo de los sufrimientos que me gustaría evitarle, impidiéndole al mismo tiempo vivir la experiencia que ha elegido. Si quiero para él lo que él no quiere, o todavía no, aunque piense sinceramente tener razón, en realidad, me estoy oponiendo a lo mejor que existe para el aprendizaje de la vida.

La susceptibilidad, la desconfianza.

Es el reflejo de las heridas del ego que se expresan siempre en proporción al peso emocional acumulado. Aquél que estimula nuestra susceptibilidad, es aquél que toca ahí donde hay algo que, desde tiempo ha, nos hace daño. Nos ayuda a recordar que hay algo que sanar, una falla que no podemos fingir ignorar más tiempo.

La insatisfacción.

Es cada vez más necesario alimentar las ansias de calma y sosiego. ¿ Por qué siempre me falta algo?,
¿Cómo distingo entre las frustraciones de lo cotidiano y lo que sospecho de mí que no percibo?, ¡Soy algo más y por consiguiente, merezco más! Es verdad, todos somos infinitamente más de lo que percibimos de nosotros mismos, pero si entendemos que todo lo que vivimos es la resonancia de lo que emitimos, comprendemos entonces las reglas del juego donde nos hemos metido. Entendemos que lo que nos ocurre no es un castigo ni una recompensa y nadie, aparte de nosotros mismos, es responsable de lo que nos ocurre mas la consecuencia de lo que somos y de nuestro poder creador. A partir de ahí, se desvanece el sentimiento de insatisfacción que va pareja con el sentimiento de victimización.

Vampire-psychiqueLa victimización o el vampirismo.

Es una manera eficaz de captar la energía de los demás y de alimentarse de ella. El ego, en su voluntad de atraer todo hacia sí mismo, sabe como jugar con el sentimiento de compasión de los demás captando los desbordamientos emocionales que se le ofrecen en bandeja cuando la compasión expresada no es madura , cuando no es el fruto del amor incondicional sino la expresión compensatoria de sus propias carencias. Lo que quiero decir con esto, es que ciertos sentimientos por muy nobles que sean, como la compasión o la necesidad de ayudar al prójimo, cuando es el fruto de un sufrimiento no sanado en uno mismo – expresar consideración por el otro porque necesito ser amado ya que no fui lo suficientemente amado en el pasado – son el objeto de una profusión emocional más o menos inconsciente.

Aquél que expresa así la compasión puede pensar que vive la consecuencia natural de este sentimiento. No se trata de eso. La compasión emerge y resplandece de la clara comprensión del sufrimiento del otro y de una respuesta adecuada, emocionalmente neutra y condescendiente, no en el desbordamiento de nuestro propio sufrimiento. Dicho de otro modo, mientras haya desbordamiento emocional la compasión expresada de uno será el botín para el depredador energético escondido bajo la tentativa de victimización del otro. No le hace ningún favor. Concerniendo las energías intercambiadas, la vampirización de la “víctima”, está a la altura de la fuerza de su ego y de la flaqueza emocional del compadecido. Este último ha perdido su energía mientras que ha alimentado al ego del primero, que volverá a servirse en cuanto la oportunidad se le presente.

¿Han observado cómo a menudo la gente mayor solo habla de lo que le duele o de sus enfermedades?
Es un reflejo inconsciente de supervivencia que permite captar la energía del otro, porque sienten carencia o un miedo inconsciente a que les falte. Es un riesgo permanente de desvitalización para las personas en contacto frecuente con enfermos faltos de energía vital, si no prestan atención al control de la energía que quieren dar. La técnica de visualización de la burbuja de luz es muy eficaz en esta situaciones.

La codicia, la envidia.

Otra manifestación del sentimiento de insatisfacción. Les hace falta cada vez más para sentirse seguros y si alguien parece tener más , hay que tener al menos tanto como el otro para asegurarse sino la posición de equilibrio la de dominio, en relación a lo que se ha convertido entonces en el objetivo principal. La codicia es una carrera al armamento del ego en el seno del materialismo, única dimensión donde de entrada se siente competitivo. Pero cuidado, como veremos al final, es capaz de cambiar de dimensión.

Deseo y miedo de aparentar.

La voluntad de aparentar es una coraza más que el ego se modela para ocultar su vulnerabilidad. Si se comparan sus esfuerzos como aquellos de un adolescente que finge para disimular su falta de afirmación, se comprende mejor en que estrato de la inmadurez se origina este deseo. Es una de las raras facetas del YO que tiende casi siempre a borrarse con el transcurso del tiempo. El miedo de aparentar nace de la misma inmadurez.

Peinture de Vladimir KushLa vanidad.

Derivada de la necesidad de control, sería como el sentimiento de superioridad en cuya torre de marfil el ego se encerró, muy asustado, para nunca más percibir los peligros, es decir , lo que podría quebrantar los cimientos. La vanidad es una prisión exigua en la cual la proximidad de los muros autoriza un control casi perfecto de la situación, es por lo que afecta más a menudo a lo masculino, en búsqueda de control, que a lo femenino.

El horizonte infinito de la vida se extiende más allá de los muros que el ego reniega. Es mucho más fácil concebir el mundo en un movimiento restringido, estimando que conoce todo de él, todo lo que haga falta para sentirse al abrigo de todo. Esto es, naturalmente, muy ilusorio y la mayoría de las veces uno acaba siendo atrapado por el vasto universo. Ser valientes es aceptar nuestra ignorancia sin límites, colmando con alegría cada día un poco más los vacíos con una nueva luz. El vanidoso se contentará con iluminar la minúscula cárcel cuyo control asegura un sentimiento de superioridad y cuyo solitario reinado, en el seno de su clan, es incontestable mientras los muros se mantengan en pie.

La denegación.

Es ante todo la incapacidad a asumir su propia responsabilidad. No quiero ver la realidad que se me presenta, entonces la borro, o la arreglo, conforme a mi conveniencia. Entonces, toda la variedad de mentiras, de disimulación, de transformaciones y de manipulación está actuando al servicio del pequeño Yo asustado. Después de todo, es algo bastante común, y su exteriorización va desde las bajezas hechas a uno mismo hasta el trastorno patológico grave, y a veces, hasta la agresividad extrema. En la denegación , el ser no presta oídos a nada ni a nadie, la fuerza de la denegación está en función del miedo suscitado por el objeto de la denegación. Como siempre en el mecanismo de acción/ reacción, en cuanto más amenazado se siente el ego, más reaccionará éste con fuerza.

La tiranía.

Como ya se ha dicho, la violencia está a la altura del miedo sentido. El ego tiránico no admite ningún obstáculo a sus necesidades, ni ninguna contradicción de lo que es. Claro, el miedo, en esencia inconcebible, es tan grande que como lo que lo haya modelado no haya favorecido la vanidad encerrada en su torre de marfil, como esté en lucha contra “el exterior”, y “expuestos” a él, lo único que les toca esperar no es sino someter al mundo con su visión. Observen que la vanidad agrietada converge también hacia la tiranía. El miedo que ha instaurado el ego puede ser tan insoportable que entonces estos dos aspectos – la torre de marfil y la tiranía – se llevarán muy bien. En Francia en el siglo XIII°, cuando el poder religioso del Vaticano se sintió sacudido en su vanidad por la expansión del Catarismo reaccionó violentamente con las cruzadas y la tiranía de la Inquisición.

marionnettesLa culpabilidad.

Que se dirija hacia sí, o hacia otro, he aquí un arma de doble filo particularmente cortante. La auto-culpabilización conlleva el gen del sentimiento de inferioridad. El ser que se desvaloriza, que no es consciente de sus cualidades y vive en el temor de herir al prójimo, de hecho remueve el fondo de sus propias heridas. Es un sentimiento complejo ya que al mismo tiempo indica una buena dosis de conciencia del prójimo, de apertura, y por lo tanto, de escucha atenta, pero la presencia de emociones todavía a flor de piel de heridas no sanadas, va a filtrar el sentimiento de empatía hasta transcribir en sí una parte de responsabilidad del sufrimiento del otro. Y si este último es un “predador” que sabe jugar con la culpabilización entonces, al igual que para la victimización , va a vampirizar la energía del primero.

Un caso frecuente es la decepción percibida en el otro cuando no ha recibido la respuesta esperada. Aunque esta expectativa no sea legítima, el rechazo puede conllevar, en el que lo expresa, una auto-culpabilización que será tanto mayor cuanto el otro juegue con ésta, o que uno mismo sea emocionalmente inmaduro con respecto a este tema.

Los intercambios de energía son entonces densos y tendidos, y cuando uno de ellos –aquél que no entra en el sistema del otro – es consciente del juego iniciado y no el otro, esto puede exacerbar la exasperación del primero y la sentencia dolorosa para sí mismo del segundo.

Inversamente, querer culpabilizar a los demás muestra que los juzgamos y es invariablemente signo de intolerancia. Creemos saber lo que es justo y querríamos sumar a los demás a nuestro sistema de pensamiento o a nuestra causa, entonces juzgamos mal a aquél que piensa y actúa diferentemente e intentamos llamar la atención jugando la carta tan usada de la victimización, o agitando el emblema y la espada del justiciero. El ego, así entrenado, sabe mantenerse firme en la afrenta contra los demás pensando sólo en consolidar su posición, no obstante, sin entrever su profunda falta de respeto a la diferencia. Es un valor que no cuadra con lo que defiende.

El sentimiento de inferioridad.

En la diversidad de reacciones, el sentimiento de inferioridad es el origen del mayor bloqueo del ser. En un momento de la vida, de una manera u otra, concierne a todo el mundo incluso si la tendencia es que disminuya con la experiencia. Observaremos que bajo los auspicios del patriarcado dominante, la sociedad modela lo masculino y lo femenino para que este último esté particularmente afectado por la falta de confianza en uno mismo. Las religiones han contribuido ampliamente a esta situación. Pero más allá del molde del sistema, el peso emocional del dolor acumulado en una vida, y aún más allá, durante las encarnaciones pasadas en la Tierra, ha marcado una profunda huella en cada uno. Es por ello que nadie que todavía se identifique plenamente con su ego escapará de esto en un momento u otro de la vida.

Una de las más involutivas manifestaciones de la falta de confianza en uno mismo es la posesividad, y por consiguiente, los celos que empujan a extremos tan degradantes que amplifican aún más el sentimiento de desvalorización del ser que es el origen del problema. La idea que nos hacemos del amor gracias a la educación en el más amplio sentido, es probablemente lo que ha creado esa violenta reacción al miedo de ser abandonado por el otro.

El principio de la generosidad.

He aquí algo engañoso para uno mismo y de particularmente sabroso para todos aquellos que funcionen en modo parásito. ¡Vampiros y otros predadores están invitados al banquete!

El principio de la generosidad por compensación ha sido abordado un poco más arriba en el párrafo concerniente a la victimización. ¿Qué mejor modo de enmascarar el sufrimiento por falta de amor que expresar sin discernimiento amor por el prójimo? Aquí hablamos de esta actitud que consiste en buscar el hacerse querer de todos, y más particularmente, de aquellos que no le demuestran mayor interés. Proviene de una falta de consideración por uno mismo, y por lo tanto , de la necesidad de reconocimiento, esta misma originada por una falta de amor traumatizante en un momento u otro del camino. Aquí, los vampiros sacian su sed , pero esta vez sus ego-víctimas compensan denegando sus carencias.

La verdadera generosidad no viene de una necesidad de compensación, no colma ningún vacío en uno mismo, no se impone como una de las expresiones del amor incondicional que sólo llega a realizarse cuando ya estamos avanzados en la vía de la sanación. Como dice el refrán : no hay que empezar la casa por el tejado. En el camino de la liberación, sane primero los males que le molesten, abandonen las apariencias . Ahí está el verdadero esfuerzo , el resto seguirá.

La autodestrucción.

Es la falta de autoestima llevada a los confines de su lógica. Cuando el ego está hasta ese punto afectado que ya no tiene fuerzas para dirigir la agresividad contra los demás , que ya no puede rechazar “el exterior”, es entonces que le da la vuelta compulsivamente hacia lo que está en él dividido, lo que no comprende pero que juzga responsable de su angustia. El espíritu y el alma son vistos como el enemigo designado, al que intenta torturar con la tiranía del mental y con ataques al cuerpo físico.

paon-roue0El ego espiritual.

El ego espiritual …. ¡el que está tan a la moda en estos tiempos de la Nueva Era! Los filos del buen cuchillo suizo de toda la vida ya no bastan para contrariar la voluntad suprema del ser que se orienta hacia lo que concibe como su elevación espiritual; jamás falto de recursos y sabiéndoselas todas, el ego renuncia, no obstante, a su naturaleza materialista para vestirse con un traje de luces sin abandonar a su pesar, la escena del gran teatro donde ha sido creado. Esta farsa sólo es posible porque el ser ha conocido las primicias de un despertar , a menudo, bajo la influencia ilusoria de la apertura del tercer ojo, y se cree , entonces, llegado al umbral del templo cuando no ha sanado nada de los lastres que cargan sus pasos hacia el devenir. A menudo, el ego desenvaina la más relumbrante de sus armas para esculpir los muros de su magnífica torre de marfil, bajo los ojos asombrados del clan que a veces le ha seguido. Podemos lamentarnos por él ya que la vanidad de un ego espiritual no tiene ni punto de comparación en este mundo y los muros de su cárcel son los más sólidos.

En conclusión.

Como siempre, todas las manifestaciones post-traumáticas dolorosas del ego pueden emanar de diferentes filiaciones: de su pasado directo, y sobretodo, de su infancia, de un parasitismo exterior, de memorias de vidas anteriores y de nuestra línea genética – dicho de otra manera la de su abuela o de su tatarabuelo – todo esto bien inconscientemente enterrado en las células. Como he dicho mil veces, no olvidemos que, en este periodo con el contador a cero nuestra historia personal y colectiva, ya no se puede ignorar lo que hay bajo el tapete pensando que no molesta a nadie.

Sin temor alguno es necesario levantar el tapete y sacar lo que allí encontremos si queremos sanarnos de lo que más nos sobrecarga y pasar por fin a la etapa siguiente. Podemos hace mucho por nosotros mismos y si pensamos que no lo conseguiremos podemos pedir ayuda a nuestros guías que nos pondrán en el camino la respuesta más adecuada .

Poco importa el nombre que les demos y la dimensión donde esto ocurra, si hubiera que retener solamente una idea principal, sería que vamos hacia nuestra liberación en el más amplio sentido que pueda pretenderse. Pero para ello, no podemos eludir todas las responsabilidades ni reinventar progresivamente nuestra plena conciencia. El esfuerzo no es tan grande y la cosecha sobrepasará de lo que podríamos imaginar.

Fraternalmente,

© El Barquero – 16 de Enero 2012 – Traducido por Mª José

Versión original en francés

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1 réponse à El pequeño breviario del ego.

  1. Taoufiq dit :

    No hablo español sino babel fish bien es util 🙂

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