Encarnar el fruto de nuestros linaje

Por El Barquero (Le Passeur).

La conciencia que se despierta es el fruto más hermoso en el hombre de la influencia del nuevo ciclo cósmico. Si concierne a cada uno sin ninguna excepción, en ningún caso es vivido y fertilizado de la misma manera para todos. El despertar está totalmente basado de lo que es el ser, que a su vez es la suma de todo lo que integró o no en el curso de sus numerosas experiencias de vida, en el curso de la historia de sus encarnaciones en el ciclo terrestre que se termina. Poco importa la conciencia espiritual que puede fijar el ser, la naturaleza de sus creencias, su oficio, sus fuentes de intereses o su “inteligencia” en el sentido de los que conciben restrictivamente la inteligencia con arreglo a una medida simple y ridícula del coeficiente intelectual. Lo que es revelador, es lo que es en su vida. ¿Es justo con otros, es honrado consigo mismo y con los demás, es claro en su modo de ser, es tan consciente que puede con consecuencias de lo que manifiesta en actos o en palabras? Este hombre presenta las características de un ser que supo evolucionar a lo largo de sus encarnaciones y por ley de resonancia vivirá más fácilmente los aspectos manifestados del gran cambio.

Un escalón más lejos todavía, ¿es consciente de la naturaleza influyente de sus pensamientos y de sus emociones? ¿Y pues adquirió un cierto control? ¿Expresa el corazón porque ESTÁ en el corazón y no porque necesita compensar lo que faltó en otro tiempo? Es decir, ¿curó sus heridas más profundas y pues, supo un día mirarlas bien frente a frente? Éste es, de los que por la presencia y el ejemplo más que por la expresión, ayudará a los precedentes a subir el último escalón donde consolidarán su autonomía. El pasaje se hará muy naturalmente, no porque hay un juicio divino como tantas religiones mintieron en este tema, pero porque lo que lleva en él lo hace apto para recibir y para integrar más luz que el precedente.

Tomemos, por sencillez, la decisión de llamar « Luz » la energía nueva en la cual entramos. Vivimos hasta entonces con una pequeña bombilla de 3 vatios para alumbrar nuestras vidas y desde hace algunos años la intensidad de la luz aumentó progresivamente hasta los 30 vatios actuales. Era, en cierto modo, una aproximación con suavidad para darnos tiempo de acostumbrar nuestras miradas a más luz y descubrir un poco la caverna. Algunos se prepararon para recibir más, habiendo tomado conciencia del cambio, habiendo alzado la cabeza para ver más lejos gracias a este incremento de luz y habiendo podido tomar conciencia así de lo que no veían hasta entonces. Otros guardaron la cabeza baja, los ojos clavados a ras del suelo sobre las rutinas de las que gozan o de las que sufren sin ser capaces de detectar las señales de un cambio salvador. Ésos son numerosos.

Ahora, vamos a dar un salto luminoso y es hacia un sol que vamos a girar nuestras miradas. Que lo queramos o no, la nueva luz bañará la Tierra cuya frecuencia vibratoria se habrá alzado y estabilizado al nivel adecuado del nuevo estuche que decidió ser y ofrecernos. Es la magnífica joya de su propio estuche y somos los invitados privilegiados a los que acoge. Comprendamos bien que no es un golpe de varilla mágica que va a revelar todo esto. La Tierra y todo el sistema solar atraviesan una zona del cosmos que es el océano donde todo está inmerso en esta luz. Nosotros que viajamos en la navío Urantia-Gaïa abordamos pues los suburbios alumbrados de esta zona hace varios años y el salto del que hablo estará del orden de la luz que brota al final de un eclipse.

Hablamos ni más ni menos de una transmutación. Por lo tanto, esta luz estará ahí para todos y cada uno recibirá lo que puede absorber de esta colosal energía, lo que tendrá un poco la función natural de distribuir los destinos con arreglo a lo que cada uno puede integrar. Lo habremos comprendido, una buena parte de los que no hicieron lo necesario a lo largo de sus numerosas vidas para prepararse a acoger tal energía, no lo soportarán. Irán pues, tarde o temprano, a perfeccionar su experiencia allí donde su vibración los llevará, hasta el día cuando a su vez estarán dispuestos a evolucionar a favor de otro ciclo.

Mientras tanto, los que todavía quieren oscurecer todo aquí abajo y los inconscientes que sirven sus intereses, por avidez o por indiferencia, persiguen la destrucción metódica de la Tierra. No haremos inventario, haría falta una vida, pero entonces en un gran silencio popular la contaminación nuclear venida de Japón y la contaminación petrolera del Golfo de México se persiguen, una multitud de zonas de contaminaciones y de destrucciones intensivas borbotea por todas partes sobre y bajo la superficie de Gaïa. Esto es así desde hace más de un siglo y la empresa de destrucción, convertida en metódica y creciente estas últimas décadas, ahora es demencial. Debemos darnos cuenta de que la inmensa mayoría de los seres humanos se desinteresan de ello, desde el momento que pueden consumir la energía necesaria para el superfluo que decora sus existencias. Es un hecho, y tiene consecuencias. Esta inconsciencia y esta indiferencia a las leyes de armonía que prevalecen en los mundos evolucionados hacen que una nueva energía de vida reemplaza la antigua, la pre-humanidad va deber, de una manera u otra, conocer un reequilibrado de la balanza. Todo esto es cuestión de equilibrar las energías involucradas, en ningún caso de moral y aún menos de castigo. Al menos la moral es, en este sentido, el reflejo de la ley universal equivocada.

Hay varias maneras de reequilibrar los mecanismos de intercambios entre los reinos de vida en que el planeta como entidad no es la menor. El hombre, ya, puede volverse consciente y cambiar de actitud. Esto se está haciendo, pero por desgracia no para una mayoría y a un ritmo demasiado lento para que sea suficiente a que todo pase con suavidad antes del gran salto programado. En cambio, Gaïa mismo es ama de a bordo y está en la maniobra. Teniendo en cuenta del ambiente general y los enormes egregores negativos acumulados por la humanidad en sus estratos aéreos y subterráneos, las habituales válvulas probablemente no bastarán y es muy probable que vaya a deber reajustar las energías de una manera más drástica.

No tengo idea segura de lo que será y me atrevo todavía a esperar que lo que fue anunciado hace mucho tiempo y confirmado muchas veces después, no llegará. Hay urgencia, pero estoy seguro que hasta el último momento, antes de que las agujas se sitúen sonando sobre las esferas de la gran relojería cósmica, es todavía posible cambiar uno tanto sea poco la orden de las cosas. Hasta el fin, las líneas del tiempo pueden ser saltadas, de forma individual y colectivamente. Es por eso que todavía hay que tener una fe creadora en esta posibilidad. Veo demasiados seres en alerta regocijarse de cada nuevo desastre natural en el cual ven el signo del gran desbarajuste. No es una actitud responsable, sólo contribuye a la confusión de los espíritus que la alimentan y al miedo de los que descubren la situación sin tener la iluminación.

En lugar de esperar el mayor cataclismo que vendrá contando cada día los puntos, es sin duda alguna, más constructivo de volverse en sí hacia el mundo de paz y de armonía que deseamos ver surgir la luz, todo anclándolo a cada instante de su vida diaria, a través de la mirada que llevamos en todo y las manos que ponemos allí con amor. No basta con proclamar lo que se quiere, hay que verlo realizado y sostener con perseverancia la intención. Sea lo que sea, haga todo lo que haga amando lo que hace, y algo inmenso llegará en ti y para todos. Tal vez no sea demasiado tarde para suavizar la transición colectiva.

Las palabras transmitidas por « Nueva Era » a menudo fueron engañosas y no por casualidad. Hablamos siempre de ascensión, lo que finalmente reenvía siempre la idea que se sube hacia algo más alto, más etéreo. La ascensión es sólo la de la frecuencia vibratoria la que se pone de acuerdo (o se sintoniza) sobre una dimensión más alta en frecuencia. De hecho, en la encarnación, es una bajada que se produce. Al lado de otros reinos vivos en el que es la naturaleza simple, cada artesano de luz en este mundo es el enlace de la sustancia de energía que tira de la altura hacia abajo. Cada uno recibe y emite su propia firma energética que es el fruto de su historia y de sus descendencias estelares y que viene para encarnar aquí. Es totalmente de “allá arriba” que traemos en cada célula de nuestros cuerpos y del de la Tierra una parte de la luz que alumbrará el próximo ciclo de Gaïa y de todo lo que llevará entonces.

Se trata de un anclaje profundo y sólido que se produce, en el cual somos los pasadores a veces conscientes y a menudo inconscientes. Poco importa la manera en la que se lo imagina, la que lo visualiza como queremos, lo que cuenta es materializarlo en nuestras vidas de cada día, concretamente, y dejar de esperar señales y de agitar bellas ideas, grandes palabras y conceptos etéreos que resuenan sólo en nuestro imaginario y jamás en nuestros actos.

No tengo nada contra lo imaginario, todo lo contrario, veo cada vez más hasta qué punto es uno de los modos de expresión favorito de nuestra alma, cuando trata de comunicarnos algo. Pero incluso lo imaginario puede arraigarse y pues perfectamente encarnarse en la materia. Llegará un momento en que todo será percibido por diferentes planos con los cuales interferimos directamente y esculpiremos allí nuestro lugar a conciencia. La vida está por todas partes y reviste tantas formas que es como fuegos artificiales, las dimensiones que nos rodean son múltiples y nuestra multidimensionalidad invierte una parte de la que algunas son accesibles a partir de hoy. Así como siempre lo dijeron los cuentos para niños, basta con creer para ver.…

Fraternalmente,

© El Barquero – 4 de Septiembre del 2011 – Traducido por Elia.

Versión original en francés

http://www.urantia-gaia.info La copia de este articulo es autorizada con la unica condicion de no juntarlo a una obra comercial, de respetar la integridad del texto y de citar la fuente.


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